Creo
que a veces, sin pensar, hacemos o decimos cosas que nos parecen
inofensivas pero que en realidad no lo son tanto cuando se trata de un
niño, y que puede tener un impacto en ellos que a veces ni siquiera
sospechamos.
Por ejemplo, no respetar sus juegos y pretender que pase de una
actividad a otra sin previo aviso (como cuando un niño está jugando y lo
llamamos para venir a cenar). Los niños, sobre todo los niños pequeños,
necesitan una transición de una actividad a otra. Conviene prepararlos
diciéndoles cosas como “dentro de poco vamos a cenar”, y tal vez darles
una referencia que ellos puedan entender: cuando suene la campana del
horno, por ejemplo. Podemos invitarlo a que aparque los trenes de
juguete en lugar de arrancarlo bruscamente del juego.
En estos días escribí
sobre lo que creo que son 5 errores comunes que cometemos con los
niños. Además de no respetar sus juegos ni sus tiempos, otro error es el
de prometer lo que no estamos dispuestos a cumplir, por salir del paso
(por ejemplo para evitar un conflicto con el pequeño, creyendo que luego
olvidará su promesa). O no respetar las emociones negativas del niño:
enfadarnos si se enfada, por ejemplo. Los niños también tienen derecho a
expresar lo que sienten, y no tienen otras herramientas para hacerlo
que el llanto o las rabietas. Eso no quiere decir que no les enseñemos a
expresarse de una manera más constructiva, pero debemos empezar por
respetar lo que sienten.
5 errores comunes que cometemos con los niños
A veces hacemos o decimos cosas sin pensar pero que tienen un profundo impacto en los niños, no siempre positivo y del que no siempre nos damos cuenta. Muchas veces
hacemos estas cosas porque las hicieron con nosotros y nos salen de manera mecánica, o simplemente porque
no nos tomamos el tiempo de ponernos en los pies de los niños, de ver el mundo a través de sus ojos.
Estos son algunos de esos errores comunes:
Error 1: Prometer algo que no vas a cumplir, pensando que el niño se distraerá y olvidará tu promesa
Esta es una táctica común en la crianza tradicional y se utiliza para evitar lágrimas o conflictos, pero
el resultado termina siendo peor.
Por ejemplo: el niño no quiere despedirse de los abuelos, así que le
dices que lo llevarás al parque… cuando en realidad casi va siendo la
hora de cenar y hay que volver a casa. Piensas: en el coche se
distraerá, le daré un juguete, le cantaré una canción, lo que sea.
Y puede que tengas éxito,
puede que el niño se distraiga y lo olvide… o puede que no. Y entonces no sólo se sentirá engañado, sino que además
aprenderá a engañar a su vez.
Nunca, nunca, hay que prometer algo que no estamos dispuestos a cumplir. Si no lo hacemos (o no deberíamos hacerlo) con un adulto, mucho menos debemos hacerlo con un niño.
Error 2: Restarle importancia al dolor
Cuando un niño se hace daño y llora, muchas veces nuestra primera
reacción (al menos en mi caso) es correr a consolarlo diciéndole
"no ha sido nada" o "ya pasó", e inmediatamente
intentar distraerlo.
El problema en este caso es que nosotros no podemos saber qué tan
intenso es el dolor del niño, eso sólo lo sabe él. ¿Con qué derecho le
decimos que no ha sido nada, si sí que lo ha sido para él?
Si nos doliera algo y la persona que más queremos intenta restarle
importancia a ese dolor, ¿cómo nos sentimos? Yo personalmente me siento
no escuchada.
También creo que
hay que darle espacio al niño para que
interactúe con su dolor (sea físico o no), mientras nosotros lo
acompañamos desde el respeto. Eso no quiere decir que no
intentemos aliviarlo, pero sí creo que debemos cuidar mucho las
palabras y en lugar de decirle que no ha pasado nada,
preguntarle cómo se siente, dónde le duele, si le duele mucho, etc. Es decir, darle la oportunidad de que se exprese, en lugar de hacerlo nosotros por él.
Error 3: Considerar al juego sólo como un juego
Lo más importante que hacen los niños es jugar.
A través del juego procesan sus emociones, interiorizan lo aprendido, digieren sus experiencias —y esto debe ser respetado. Nunca hay que interrumpir el juego de un niño a la fuerza porque es hora de hacer otra cosa.
Es preferible que entremos nosotros también en el juego y desde allí lo encaucemos a donde queremos.
Por ejemplo, el niño está jugando con sus trenes y es la hora del
baño. Podemos, por ejemplo, invitarlo a aparcar los trenes para navegar
en su barco, que ya lo espera en el agua. Cualquier cosa excepto "deja
los trenes y vamos al baño", que no hará sino generar resistencia.
Error 4: Obligarlo a compartir
Este tema daría para un post entero
Creo que los niños aprenden a compartir de la misma manera que aprenden todo lo demás:
de manera natural y con el ejemplo, nunca con imposiciones. Si no quiere prestarle sus juguetes a un amiguito o al hermano,
lo mejor es negociar.
A lo mejor no quiere darle justo el juguete que tiene en la mano, pero
está dispuesto a compartir otro. O a lo mejor puede cederlo a cambio de
otra cosa.
Error 5: No respetar sus emociones
Los niños, como los adultos, tienen derecho a enojarse, a estar tristes, a sentirse frustrados. A menudo pretendemos que los niños estén alegres y felices todo el tiempo: para eso son niños, tendemos a pensar.
Muchas veces nos sentimos amenazados o incómodos cuando un niño
expresa sentimientos negativos, y creo que eso tiene que ver con
nuestros propios sentimientos negativos no procesados, que el niño nos
devuelve como espejo nuestro que es.
Creo que es importante
darle al niño la oportunidad de expresar lo que siente.
A menudo sólo sabrá hacerlo con el llanto, pataletas, tirando objetos,
etc. En lugar de regañar podemos empatizar con lo que siente y
conducirlo hacia otras formas de expresar sus sentimientos acordes con
su edad (obviamente, un niño que no sabe hablar sólo tiene el llanto
como medio de expresión).
Lo que no debemos hacer es criticar, restarle importancia o ignorar sus sentimientos. A nosotros tampoco nos gustaría que lo hicieran con nosotros, ¿verdad?
¿Cuáles crees tú que son los errores más comunes que cometemos con los niños?
Hasta pronto amig@s¡¡¡¡